En esta situación coexisten dos pacientes, el enfermo “en sí” y el “cuidador, generalmente sobrecargado. Que deberían estar acompañados, de antemano, aún antes de esta crisis. Lo cual pone el alerta a los equipos especializados que tratan pacientes ancianos, indicando que tengan internaciones lo más breves posibles.Įl otro grupo de adultos mayores es el quienes padecen patología cognitivas. Muchos de ellos debutan con esta confusión, para luego no revertir cognitivamente. Se produce por el cambio de lugar, modificaciones de rutinas, falta de luz, cambios de ritmos y la ausencia de estimulación social que padecen en esta situación. Esto sería parecido al hospitalismo que sucede en muchos ancianos normales al internarse.
El aislamiento social puede desencadenar cuadros de confusión, aun en personas con cognición normal. Esta última enfermedad, corresponde aproximadamente a un setenta por ciento de personas de las que presentan un deterioro intelectual.Įl grupo de adultos mayores normales puede ser, sin embargo, muy susceptible al impacto de la cuarentena y el distanciamiento social que implica. Aunque los que presentan déficits intelectuales y especialmente los que padecen Enfermedad de Alzheimer, probablemente sean los más susceptibles. Ambos grupos tienen mayor riesgo de mortalidad al padecer COVID-19. Los que presentan funciones cognitivas normales y los que no.
Se puede generalizar que exigen dos grandes grupos de adultos mayores.
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